martes, 6 de enero de 2009

Los Postgrados.

Me temo que no voy a ser muy regular a la hora de actualizar la columna, así que cuanto antes lo asuma yo y antes lo asuman los lectores, mejor. La cuestión esta vez es otro comentario de AkaTsuko, éste, concretamente:

Estaré muy atento a esa entrada sobre el curso de doctorado, otro tema que representa incógnitas para mí, cursos de post-grado, "másters", especializaciones... Así lo único que se me ocurre al intentar imaginarme cómo son, se me vienen a la mente clases en las que todos y cada uno de los datos allí impartidos son 100% útiles. Clases en los que los contenidos van "al grano" en todo momento. En pocas palabras: diametralmente opuestos a las asignaturas optativas y las de libre elección universitarias.

Lo más suave que puedo decir al respecto es que resulta parcial. Es cierto que en general los cursos de postgrado de todo tipo suelen tener un sesgo más profesional pero eso no quiere decir práctico ni útil, por lo menos de forma generalizada. Mi experiencia directa se resume en un solo curso de 3 créditos y, a lo mejor, es que tengo mala costumbre con cómo recibía las asignaturas de especialidad en mi facultad pero lo he encontrado más bien flojo y ajustado a la imagen de un trámite que cumplir para obtener el DEA (Diploma de Estudios Avanzados) más que a un intento de formación seria. 

Sería mejor aclarar que en mi facultad, la media de alumnos en las asignaturas de mi especialidad de 2º ciclo (Biología Molecular y Biotecnología), era más bien escasa: en torno a una decena en las que más y normalmente de cinco a séis personas. Con ese ambiente prácticamente de clases particulares nos podíamos permitir trabajar de forma bastante sistemática y centrándonos en cuestiones bastante profesionales y prácticas, tanto en la teoría como en los laboratorios. Quizás ese sea el origen de que esté mal acostumbrado y el contenido y el aporte de conocimeinto del curso me hayan resultado flojos. Prácticamente todo lo que vimos lo estudié en la facultad, aunque no fuera con el mismo enfoque exactamente. La diferencia es que ahora puedo sacar mis propias conclusiones a partir de los datos y estar un paso por delante.

Si, es cierto que nos han plantado los papers y las evidencias experimentales más actualizadas sobre el tema del curso (Organismos Transgénicos y Bioseguridad, concretamente) pero me temo que les resultaría más provechoso a mis compañeros que a mí (porque claro, el hecho de que yo esté muy puesto en lo relativo a la biología molecular de plantas y sus aplicaciones no significaba nada en lo referente a mis compañeros, algunos de ellos con ocupación en la neurobiología).  La cuestión es que la relación entre el contenido y el coste del curso (del que estoy exento por cortesía de mi beca del estado) no me parece recíproca. En total, las tasas de los 20 créditos en cursos suman casi 1100 euros (a unos cincuenta y tantos euros por curso), una pasta, ciertamente, que uno podría pasar por alto si no tuviese que pasar por el aro para llegar al título de doctor (y su fase inmediatamente anterior del DEA).

De todos modos, la verdad es que salvo aquellos masters orientados a materias muy específicas o aquellos que están organizados en comandita con empresas privadas, los postgrados tampoco son algo en lo que depositar mucha fe respecto al aprendizaje. Con una duración media de dos años, la mayoría sirven para hacer currículum pero todas las empresas privadas y en todos los puestos de investigación las labores específicas se aprenden poco más o menos que in-situ. Es por eso por lo que, normalmente, una persona que ha trabajado un año en un laboratorio/puesto de trabajo tiene una cierta ventaja cuando se va a cuestiones específicas (el ejemplo más claro suele ser el de los programadores informáticos familiarizados con un lenguaje o un programa, por ejemplo). 

Este cuadro, en general, me recuerda a una conversación que tuve con una amiga, que hoy está en su segundo año de doctorado, hace ya dos o tres años acerca de cómo a medida que uno avanza en su profesión se especializa, gana una barbaridad de conocimientos en un área pequeñita pero pierde la amplitud de perspectiva y un montón de conocimientos generales. Es un hecho fundamental: las licenciaturas normalmente dan una gran cantidad de información y una gran amplitud de conocimiento, lo que, en el fondo, es provechoso porque permite poder buscar más salidas. Todo eso se desgasta y se pierde con el tiempo y al final uno es un profesional (más o menos) bueno de una cuestión concreta.  Los postgrados, con todo el posible prestigio que puedan tener, sólo sirven para especializarse y buscarse un empleo con el pretexto de ser mejor que los que no lo tienen en ésto o aquello pero, por supuesto, todo eso es muy relativo en la enseñanza universitaria.

sábado, 3 de enero de 2009

Los Rostros de la Ciencia.

Aparte de la obvia pereza para escribir que me han generado otras tareas más fundamentales a las que dedicar el tiempo (un curso de doctorado, fundamentalmente)  y las fechas en la que estamos, me temo que mis problemas de actualización también han tenido que ver con problemas de hardware que debo agradecer a la durabilidad de los productos coreanos (ni uno me ha salido decente, malditos sean).

Lo cierto es que en este tiempo se me han juntado suficientes historias como para escribir algo decente: el contenido y la calidad del curso de doctorado; el tema que mencionaba AkaTsuko en su comentario a la columna pasada sobre investigar acerca de asuntos incógnitos; o sobre los científicos, la ciencia y la forma en que nos ven los que no son del entorno. Lo cierto es que prefiero dejar los dos primeros para más tarde, ya que sin duda le sacaré más partido cuando tenga más ganas  de extenderme y de organizar mis ideas de forma más coherente. Además, sin duda es un tema que me toca más de cerca.

La imagen pública de las personas dedicadas a la ciencia suele estar basada en dos modelos diferentes e igualmente simplistas: bien el del geek tirando a asocial o bien el tipo comprometido que, normalmente, está en los medios. Lo cierto es que, aunque la gente que se dedica a la ciencia trata con cuestiones que a la mayoría de la gente ni se le ocurre, eso no significa que sean cerebritos ni el doctor Quest, más bien son personas bastante normales y corrientes y algunas de ellas incluso rematadamente aburridas y vulgares. Lo que la mayoría de la gente no parece entender es que la ciencia y el mundo científico es un reflejo de la sociedad que lo produce. 

He tenido bastante tiempo y oportunidades para comprobar que en el mundillo científico no existe un estado de iluminación que eleve a la gente que se dedica a ello sobre el resto de los seres humanos. Las envídias, las inseguridades, las ganas de figurar, la ganas de medrar, los egos desmesurados, las torpezas sociales, la paranoia... todo ello acompaña a la gente que se dedica a la ciencia del mismo modo que en cualquier oficina, cualquier empleo. Porque en el fondo, la ciencia no deja de ser más que un empleo cualquiera en el que las diferencias se basan en el trabajo que uno hace pero no en las personas que lo hacen. La transcendencia, la repercusión de ese trabajo, normalmente, no será épica, sólo será un ladrillo más en un inmenso edificio de conocimiento. El hecho de que la comunidad científica sea más reducida que otras no significa que todos los científicos sean estrellas, sólo que hay un número menor de ellas.

Si acaso, uno de los problemas del entorno científico es que la competencia puede sacar lo peor de las personas, lo que hace que sea facil ver comportamientos que uno consideraría más acusados en el mundo de los negocios en unas disciplinas que, al menos teoricamente, se basan en la colaboración, el apoyo muto y el intercambio de ideas. Esto mismo, claro, es válido también para la calidad del empleo y la explotación laboral. Los jefes son muy diversos y algunos de ellos exprimen a los empleados tanto como cualquier jefe cabrón de otro mundillo. Nuevamente, la ciencia es un reflejo de la sociedad que lo produce y cuando hay fondos limitados para becas, proyectos y demás, el conseguir los mejores resultados (o la reputación de los mejores resultados) obliga a ir a por todas.

Ojalá puediese decir que lo normal es que la gente que se dedica a la ciencia es como aquellos con los que he trabajado pero no es así. Existe la misma densidad media de cabrones por cada cien personas que en cualquier otro trabajo. Es una lástima que no enseñen en las facultades que antes de ser biólogo/químico/físico/médico/lo-que-séa, hay que ser persona.